El camino de la descarbonización no tiene vuelta atrás. Los combustibles fósiles deberán sustituirse por energías renovables de forma ineludible. España, tras el parón sufrido por las turbulencias de la reforma energética, deberá ponerse las pilas si quiere cumplir con los objetivos marcados por la Unión Europea para 2020, el 20% del consumo total de energía debe proceder de renovables. Para ello, deberá facilitar la implantación de las industrias de energía limpia. De momento, las renovables en España representan más del 45% de la potencia instalada y casi el 39% de la generación nacional, según el último informe ‘Energía renovable’ en 2016 de Red Eléctrica de España (REE).

Esta situación descansa sobre todo en las espaldas de sus dos grandes impulsoras: la energía eólica y la solar, un crecimiento en casi una década del 70%. El progresivo aumento de las renovables ha permitido, señalan en el documento, un descenso de las emisiones de C02 en la media que estas energías sustituyen el uso de combustibles fósiles en la producción de electricidad. Así, el nivel de emisiones derivadas de la generación eléctrica del pasado ejercicio se situó en 63,5 millones de toneladas de C02, un 18,3% menos que en 2015.

Dentro de esta radiografía de la situación española, la energía eólica capitanea a las renovables y ocupa un papel destacado en la generación. En el pasado ejercicio, llegó a situarse como segunda fuente con una cuota del 18,4% de la producción nacional. Respecto a las fuentes de origen renovable, la eólica supuso por si sola el 47,3% de toda la generación renovable en 2016. Su fuerza descansa en su regularidad y en su mayor capacidad instalada. Por ejemplo, a diferencia de la hidráulica, la eólica se mantiene constante en su producción. En comparación con el resto de Europa y a pesar de que la cifra de potencia instalada, 23. 057 MW, permanece invariable desde hace tres años, España es el segundo país con mayor capacidad eólica después de Alemania.