El mayor protagonismo de las energías renovables en nuestro país ha potenciado los beneficios adheridos a su mayor utilización. Entre estas ventajas, figura la reducción de emisiones de CO2. Su empleo supone que la generación de electricidad es más limpia. En los últimos cinco años, ha pasado de cerca de emitir 80 millones de toneladas de CO2 en 2015, a 50 MtCO2-eq en 2019. La disminución en el último año se ha acelerado aún más logrando una reducción en tan sólo un año del 27% al concluir 2020 con 36,17 millones de toneladas de CO2, según los datos de Red Eléctrica de España (REE). Esta cifra supone la menor en diez años, incluso se sitúa un 45% por debajo de las emisiones de 1990 (año de referencia) que eran de 65,8 MtonCO2, destaca la Asociación Empresarial Eólica (AEE), quien explica que la contribución de la energía eólica ha sido clave para este recorte.

Está reducción tan drástica de las emisiones ha sido causada por tres factores concomitantes:

  • la reducción de la demanda eléctrica principalmente por el COVID19 en un 5,7%;
  • el aumento de la generación renovable en un 12,9%; y
  • la sustitución de la generación con carbón por generación con gas.

AEE resalta que gracias al desarrollo de las tecnologías renovables eléctricas (principalmente la eólica que ha generado el 21,8% de toda la generación española y el 49,6% de le electricidad renovable total), la electricidad ha sido el producto energético más limpio con sólo 144 gr de CO2 por kWh, mientras que el carbón tiene 970 gr, el gasóleo 650 gr, y el gas 370 gr.

Los objetivos marcados a nivel de la Unión Europea pasan por un 40% de reducción de emisiones en 2030 para llegar a 2050 a un sistema prácticamente descarbonizado. Estos objetivos de descarbonización están íntimamente relacionados con la integración de energía final procedente de fuentes renovables y con los de eficiencia energética, destacando los objetivos finalmente aprobados de un 32% de energía final procedente de renovables en 2030 y de una eficiencia del 32,5% respecto al tendencia de 1990. En el caso de España, los objetivos para 2030 se traducen en un 42% de energía final procedente de renovables, objetivo aún más ambicioso que el global de la UE, con una reducción de emisiones del 20% respecto a 1990.