La industria eólica coloca a las personas en el centro de una recuperación verde. Es un activo importante para la economía europea y ha mostrado su resiliencia y fortaleza ante la crisis de COVID-19 y, por lo tanto, puede desempeñar un papel importante en una recuperación ecológica. Pero el viento genera beneficios adicionales más allá del empleo y el valor para la economía. Beneficia directamente a las comunidades que viven cerca de los parques eólicos. Así lo destaca el informe ‘Energía eólica y recuperación económica’ de la organización que engloba al sector en Europa, ‘WindEurope’.
Nos hacemos eco de una noticia que saltaba a la luz esta semana con un titular que no debería dejar indiferente a nadie: Un millón de especies se encuentra en peligro de extinción. Y no es una visión apocalíptica de unos científicos partidarios de las teorías del cambio climático, es un informe auspiciado por la ONU, de la Plataforma Intergubernamental Político Científica en Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES), en el que han participado 400 expertos de más de 50 países. Los resultados del trabajo revelan una necesidad de afrontar este problema de una forma global y urgente. La sobreexplotación de los recursos marinos y terrestres amenaza no sólo a la biodiversidad del planeta sino también al futuro de la humanidad. El 75% de los ambientes terrestres y el 66% de los ecosistemas marinos han sido severamente modificados, y la mayoría de ellos continúa sufriendo un proceso de degradación (muchos a un ritmo de al menos, un 4% por década), mientras ecosistemas sensibles, como los humedales y los bosques maduros de crecimiento largo, sufren el declive más rápido.
La mano del hombre ha influido en esta amenaza sin precedentes en la historia de la humanidad. Actualmente los humanos extraen más recursos y producen más desperdicios que nunca. Una de los orígenes de este consumo sin precedentes es el incremento de la población humana global. La población ha aumentado de 3700 a 7600 millones de personas desde 1970 de manera desigual en todos los países y regiones, lo que tiene importantes implicaciones para la degradación de la naturaleza. El consumo per cápita también ha crecido, y también es desigual, con una amplia variación en los estilos de vida y el acceso a los recursos en todas las regiones y dentro de ellas, además de las consecuencias para la naturaleza que se distribuyen a nivel mundial a través del comercio. Actualmente se explotan unos 60.000 millones de toneladas de recursos renovables y no renovables anualmente a causa del aumento de la demanda de plantas, animales, combustibles fósiles, minerales, material de construcción.
La única solución ante este desastre ecológico es transformar nuestra interacción con la naturaleza. El Informe presenta una lista ilustrativa de posibles acciones y vías para detener la destrucción de la biodiversidad que reoge la página de noticias de Naciones Unidas:
- En agricultura, el informe destaca, entre otros aspectos: la promoción de buenas prácticas agrícolas y agroecológicas y una gestión integrada intersectorial. También señala la importancia de una participación más profunda de todos los actores en todo el sistema alimentario (incluidos los productores, el sector público, la sociedad civil y los consumidores) y una gestión más integrada del paisaje y las cuencas hidrográficas; conservación de la diversidad de genes, variedades, cultivares, razas, y especies; así como enfoques que empoderan a los consumidores y productores a través de la transparencia del mercado, la mejora de la distribución y la localización, que revitaliza las economías locales, las cadenas de suministro reformadas y la reducción del desperdicio de alimentos.
- En sistemas marinos, se destacan los enfoques basados en los ecosistemas para la gestión de la pesca; la ordenación del territorio; cuotas efectivas; áreas marinas protegidas; proteger y gestionar áreas clave de biodiversidad marina; reducir la contaminación de la escorrentía en los océanos y trabajar en estrecha colaboración con los productores y consumidores.
- En los sistemas de agua dulce, las opciones y acciones políticas incluyen, entre otras: una gobernanza más inclusiva para la gestión colaborativa del agua y una mayor equidad; una mejor integración de la gestión de los recursos hídricos y la planificación del paisaje a través de escalas; también promover prácticas para reducir la erosión del suelo, la sedimentación y la escorrentía de la contaminación; aumentar el almacenamiento de agua; promover inversiones en proyectos hídricos con criterios claros de sostenibilidad; así como abordar la fragmentación de muchas políticas de agua dulce.
- En áreas urbanas, se necesita la promoción de soluciones basadas en la naturaleza; aumentar el acceso a los servicios urbanos y un entorno urbano saludable para las comunidades de bajos ingresos; mejora del acceso a espacios verdes; producción y consumo sostenibles y conectividad ecológica dentro de espacios urbanos, particularmente con especies nativas
Inundaciones, sequías, fundición del casquete polar. El cambio climático amenaza la vida humana. Esta misma semana, el físico teórico Stephen Hawking ha vaticinado que la especie humana deberá abandonar la Tierra en cien años. Las razones que argumenta el científico es que el ser humano está acabando con su propio planeta. El físico asegura que “el tiempo se agota para la Tierra” y que el ser humano no tendrá más remedio que enfrentarse a una catástrofe muy similar a la que extinguió, hace algo más de 60 millones de años, a los dinosaurios. El cambio climático es uno de estos argumentos que esgrime Hawking.
En un reciente informe sobre el cambio climático y la infancia, la Organización Internacional en Defensa de los Derechos de la Infancia (Unicef) enumera las consecuencias irreversibles para el humano debido al cambio climático. Entre ellas, enfermedades como el paludismo, el hambre, la escasez de agua, la pérdida de cosechas, la muerte del ganado. “Cuando las lluvias no lleguen se perderán las cosechas y morirá el ganado, exponiendo a los niños a la hambruna y mermando las fuentes de abastecimiento de agua para el consumo y la higiene”, advierte Unicef.
La organización alerta también de las pérdidas económicas. Si no se toman medidas, los costos y riesgos de un calentamiento de 5ºC a 6ªC equivaldrán a la pérdida anual de al menos el 5% del PIB mundial. Si se tiene en cuenta un conjunto más amplio de riesgos y repercusiones, la estimación de los daños podría aumentar a un 20% del PIB o más. Se prevé que para 2020, el cambio climático expondrá sólo en África a cerca de 75 millones de personas a consunción por falta de agua. Para finales del siglo XXI, el incremento previsto del nivel del agua afectará a zonas costeras bajas con alta densidad de población.
El resto del mundo tampoco estará a salvo de las consecuencias del cambio climático. Según el último informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente ‘Cambio climático, impactos y vulnerabilidad en Europa 2016’, todas las regiones europeas son vulnerables al cambio climático, y en especial, el sur y el sudeste europeo, entre ellas, España. Estos países experimentarán las repercusiones más negativas. Temperaturas más altas, disminución de precipitaciones y de los caudales de los ríos, sequías, pérdida de rendimiento de los cultivos, pérdida de la biodiversidad y aumento de los incendios forestales. Todo ello, se traducirá en un aumento de los riesgos para la salud y el bienestar humano.
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