Los países menos desarrollados y los países con menos posibilidades económicas son también los países con menos oportunidades de ofrecer a sus ciudadanos las garantías suficientes de bienestar y de vida sana. Terminar con las desigualdades y conseguir estabilidad en los países con menos recursos es esencial para disminuir grandes problemas como la mortalidad infantil, la mortalidad materna o enfermedades mundiales que han ocasionado un daño demoledor en otra época y que aún se cobran muchas vidas como el sida. Sólo en 2017, casi un millón de personas murió a causa de enfermedades relacionadas con el sida, en total, 35,4 millones de personas han muerto desde el inicio de la epidemia a pesar de que para el pensamiento colectivo ha pasado a un segundo plano.

El tercer reto de la Organización de Naciones Unidas (ONU) es garantizar una vida saludable en todos los territorios. Dentro de este punto, la ONU plantea ambiciosas metas como reducir la tasa mundial de mortalidad materna a menos de 70 por cada 100.000 nacidos vivos; poner fin a las muertes evitables de recién nacidos y de niños menores de 5 años o lograr la cobertura sanitaria universal, en particular la protección contra los riesgos financieros, el acceso a servicios de salud esenciales de calidad y el acceso a medicamentos y vacunas seguras, eficaces y asequibles y de calidad para todos.

Para alcanzar la batería de propósitos, la organización mundial considera clave centrarse en proporcionar una financiación más eficiente de los sistemas de salud, mejorar el saneamiento y la higiene, aumentar el acceso a los servicios médicos y proveer más consejos sobre cómo reducir la contaminación ambiental. De esta forma, la ONU argumenta que se lograrán progresos significativos para ayudar a salvar vidas de millones de personas.