Los océanos cubren las tres cuartas partes de la superficie de la Tierra, contienen el 97 por ciento del agua del planeta y representan el 99 por ciento de la superficie habitable del planeta en volumen. Más de 3.000 millones de personas dependen de la biodiversidad marina y costera para su sustento, el valor de mercado de los recursos marinos, costeros y su industria se estima en 3 billones de dólares por año, cerca del 5% del PIB mundial.

Son también esenciales para amortiguar el impacto del calentamiento global. Los océanos absorben el 30% del dióxido de carbono producido por los humanos. El océano impulsa los sistemas mundiales que hacen de la Tierra un lugar habitable para el ser humano. La lluvia, el agua potable, el tiempo, el clima, los litorales, gran parte de nuestra comida e incluso el oxígeno del aire que respiramos los proporciona y regula el mar.

A pesar de estar tan presentes, es posible que no hayamos reflexionado sobre su papel clave para nuestra vida. Razón para pensar de forma consciente en cómo evitar su sobreexplotación y deterioro. Debido a su importancia, la Organización Mundial de Naciones Unidas (ONU) ha incluido la vida submarina como uno de sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). La ONU alerta de que las medidas para cuidar de nuestros océanos no deben paralizarse mientras se afronta la COVID-19, es más, sostiene que la pandemia brinda una oportunidad para revivir los océanos y comenzar a construir una “economía de los océanos sostenibles”.

Para la organización mundial, proteger nuestros océanos debe seguir siendo una prioridad. La biodiversidad marina es vital para la salud de las personas y de nuestro planeta. Las áreas marinas protegidas se deben gestionar de manera efectiva, al igual que sus recursos, y se deben poner en marcha reglamentos que reduzcan la sobrepesca, la contaminación marina y la acidificación de los océanos.