Esta semana hemos conocido una nuevo informe devastador sobre los efectos de la contaminación del aire. La polución supone 428.000 muertes al año en Europa. El informe alerta también de que otros grandes contaminantes como el dióxido de nitrógeno (NO2) y el ozono troposférico (O3) causaron alrededor de 78.000 y 14.400 muertes prematuras en 2014, respectivamente. Son cifras demoledoras que evidencian la necesidad urgente de medidas en las ciudades que frenen la contaminación. El informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA), que recoge Europa Press, revela que la contaminación atmosférica, es el principal riesgo de salud medioambiental en Europa, y sus consecuencias son la reducción de la esperanza de vida, la aparición de enfermedades cardíacas, respiratorias y cáncer, además de tener un considerable impacto económico. Ello supone un aumento de los costes médicos y daños a los bosques, lagos, suelos y semillas.

El transporte rodado, la agricultura, las plantas energéticas, la industria y los hogares son los mayores emisores de contaminantes del aire, advierte el informe, que constata que las políticas impulsadas y el desarrollo tecnológico han contribuido a una mejora lenta de la calidad del aire. Este es el camino si se quiere frenar esta sangría. «Con decisiones valientes e inversiones inteligentes en transporte más limpio, energía y agricultura, podemos enfrentar la polución y mejorar la calidad de vida”, señala el director ejecutivo de la AEMA, Hans Bruyninckx.

El documento de la AEMA apunta a que cerca del 82% de la población urbana en la UE se expone a concentraciones de partículas al aire libre con un tamaño inferior a 2,5 micras (PM2,5), que exceden los niveles recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), según datos de 2015. En el caso del NO2 y del O3 los porcentajes de población urbana expuesta a concentraciones superiores a lo que fija la OMS fueron, respectivamente, del 9 y el 95 por ciento.