Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía

En nuestro propósito de contribuir a divulgar un desarrollo sostenible en nuestro planeta, hoy destacamos la celebración del Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía que celebramos el 17 de junio. La desertificación es la degradación de la tierra en las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, causada fundamentalmente por la actividad humana y las variaciones climáticas. La Organización Mundial de Naciones Unidas (ONU), estableció esta efeméride con el reto de concienciar acerca de las iniciativas internacionales para combatir estos fenómenos y educar a las personas sobre la manera de reducir su impacto individual.

Este proceso no hace referencia al avance de los desiertos existentes. La desertificación se debe a la vulnerabilidad de los ecosistemas de zonas secas, que cubren un tercio de la superficie del planeta, a la sobrexplotación y el uso inadecuado de la tierra. La pobreza, la inestabilidad política, la deforestación, el sobrepastoreo y las malas prácticas de riego afectan negativamente a la productividad del suelo. Algunos datos muestran la realidad de este problema. Hoy, más de 2.000 millones de hectáreas de tierras que antes eran productivas se encuentran degradadas. En 2030, la producción de alimentos requerirá otros 300 millones de hectáreas de tierra mientras que la industria de la moda empleará un 35% más de terreno, más de 115 millones de hectáreas.

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Esta fecha es una oportunidad única para recordar que se puede neutralizar la degradación de las tierras mediante la búsqueda de soluciones, con una firme participación de la comunidad y cooperación a todos los niveles. Desde 1995, el mundo celebra este día y cada año, existe un tema diferente y una ciudad de acogida. En 2020, Daejeon (Corea) ha sido la elegida mientras que el ‘leit motiv’ es ‘Alimentos. Forrajes. Fibras’. Los alimentos, los forrajes y las fibras deben competir con la expansión de las ciudades y la industria de los combustibles. El resultado final es que la tierra se está transformando y degradando a un ritmo insostenible, lo que daña la producción, los ecosistemas y la biodiversidad.

Los alimentos, los forrajes y las fibras también están contribuyendo al cambio climático: un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero proceden de la agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra. La producción de ropa y calzado ocasiona el 8% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, una cifra que, según las previsiones, ascenderá 50% para 2030. Mediante cambios en el comportamiento de los consumidores y las empresas y la adopción de una planificación más eficiente del uso de la tierra y de prácticas más sostenibles, podríamos disponer de terreno suficiente para satisfacer la demanda. Todos tenemos una responsabilidad como beneficiarios del suelo.

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